jueves, 16 de marzo de 2017

Las mujeres y sus pensiones






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Las desigualdades de género se acentúan con la edad

Las mujeres mayores en España reciben menos ingresos, tienen menores tasas de actividad remunerada, peor percepción de su estado de salud, viven más situaciones de soledad no deseada y son las más atendidas por los sistemas de protección social.

El envejecimiento tiene un importante componente femenino que no está siendo suficientemente estudiado. 
Hay un 32,9% más de mujeres (4.940.008) que de hombres (3.717.697) (2016). Y las mujeres viven de media 6 años más que los hombres. Pero la esperanza de vida con salud es menor en las mujeres. Si se mide en porcentaje de tiempo que se vive en buena salud a partir de los 65 años, el contraste entre hombres y mujeres es patente: 50,5% del tiempo en los hombres, mientras que sólo el 38,5% en el caso de las mujeres (CSIC “Un Perfil de las personas mayores en España, 2017”.)

A la hora de hablar de cobertura de prestaciones sociales, nos encontramos con que el 9,1% de las mujeres mayores reciben prestaciones del SAAD –frente al 4,1% de los hombres-. Efectivamente, las mujeres son las principales perceptoras del SAAD, y representan el 75% de las personas usuarias de servicios de teleasistencia y el 69% de las usuarias de Atención residencial. Por lo tanto, cualquier recorte en estos servicios afecta directamente a la población mayor femenina más que a cualquier otro colectivo.

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Las pensiones de las mujeres son de media un 37% más bajas que las de los hombres. 
Menos de la mitad de mujeres se encuentra integrada en el mercado laboral, la maternidad, la pérdida de empleo, los menores salarios, así como la calidad del empleo que ocupan, tiene importantes consecuencias en sus futuros recursos económicos.

Según el estudio “El Envejecimiento activo en las mujeres mayores” de CCOO, tan solo un 41% de las mujeres de 65 y más años estaría cubierta por pensiones contributivas de jubilación. Este porcentaje contrasta llamativamente con el de los hombres, que alcanzaría al 89,5%.

A esto se suma que las mujeres son las principales beneficiarias de las pensiones contributivas de viudedad, derivadas del derecho de sus parejas fallecidas, cuya cuantía media se encuentra lejos de las pensiones de jubilación. Un 37,5% de las mujeres mayores su pensión no alcanza los 650 € al mes. Un 13,2% de las mujeres mayores viven en hogares por debajo del umbral de la pobreza.

Además, gran parte de las mujeres mayores de 50 años se encargan del cuidado de sus mayores. Ya sean de sus maridos 38,8%, o de sus madres, 35,4%. Se trata de cuidados no remunerados que las excluye del mercado laboral por largos periodos de tiempo.

Las mujeres mayores son las que más sufren la soledad. En España, la proporción de mujeres mayores que vive en soledad duplica a la de hombres (2015: 28,9% frente a 14,1%). La soledad no deseada facilita la falta de actividad física así como los contactos personales, y facilita la entrada en estados depresivos y de dependencia.



La violencia machista en la población mayor es una realidad poco estudiada y parece ser una realidad invisibilizada a la que se enfrentan las mujeres mayores. Los datos de la macroencuesta de 2015 sobre violencia evidencia que sufren control por parte de su pareja tanto en lo que se refiere a violencia emocional y económica.

Según la encuesta, sólo un 22% de las mujeres que han sido víctimas de violencia física, sexual o miedo ha acudido a la policía y un 33,8% a algún servicio sanitario o social.

También ellas son las que menos comunican sus experiencias, ya que sólo el 62,7% de ellas ha comentado los hechos con alguna persona conocida (amiga, pariente, etc.) –frente al 77,8% para el resto de mujeres–. El estudio pone de relieve que tienden a ocultar las situaciones de violencia, temen denunciar y enfrentarse a rehacer sus vidas o romper con sus familias.

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Además, tienen más dificultad para reconocer las situaciones de maltrato, ya que las tienen incorporadas como modelo de relación o porque admitir el abuso dentro del propio hogar les resulta muy doloroso. A esto se suma la falta de recursos específicos para abordar la problemática específica de las mujeres mayores y los servicios existentes pueden no ser apropiados para estas.

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